jueves, 28 de octubre de 2010

Los Santos Difuntos


Los santos difuntos

Morir, en realidad, forma parte de la vida y no sólo de su final, sino también, si prestamos atención, de todo instante. A pesar de todas las distracciones, la pérdida de un ser querido nos hace descubrir el «problema», haciéndonos sentir la muerte como una presencia radicalmente hostil y contraria a nuestra natural vocación a la vida y a la felicidad. la hora de la muerte es el momento en el que este paso tiene lugar de manera concreta y definitiva.

Quien se compromete a vivir queda liberado del miedo de la muerte, dejando de mostrar la sonrisa sarcástica de una enemiga para ofrecer el rostro amigo No hay que tener miedo de la muerte del cuerpo, nos recuerda la fe, pues es un sueño del que nos despertaremos un día.

La auténtica muerte, de la que hay que tener miedo, es la del alma.

Melancólica y dulce cual la huella
que un sol poniente deja en el azul
cuando baña a lo lejos los espacios
con los últimos rayos de su luz
mientras tiende la noche por los cielos
de la penumbra el misterioso tul.

Suave como el canto que el poeta
en un suspiro involuntario da,
pura como las flores entreabiertas
de la selva en la agreste oscuridad
do detenido en las musgosas ramas
no filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
como mi alma la llegó a soñar,
¿en sus sueños de cándida ternura
así la encontrará? (José Asunción Silva)

Solitaria Errante

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